MALAGUEÑA. f. [De Málaga.] Cante con copla de cuatro o cinco versos octosílabos, con rima cruzada asonante o consignante, que generalmente se convierten en seis por repetición del primero o tercero. Se considera prototipo de los cantes de Levante, originado por antiguos fandangos de Málaga «y transformado en especie flamenca de total entidad en la primera mitad del siglo XIX a través de sus más significativos intérpretes. No es hoy, cante para bailar. Su acompañamiento de guitarra se realiza tocándola siempre por arriba, y presenta una gran riqueza melódica y un profundo sentimiento. También se puede acompañar en tono de taranta y en tono de granaína. Existen diversas modalidades de malagueñas, debidas a las creaciones individuales de una serie de intérpretes tanto naturales de la comarca cantaora malagueña, como nacidos en otros lugares de Andalucía y de España, así como otras, menos divulgadas, de origen local. José Carlos de Luna apreció en la malagueña: «que tiene arrestos de la caña, sentimientos de siguiriyas, matices de soleares y no se parece a ninguna». Alfredo Arrebola —cantaor y teórico— ha escrito sobre las características de la malagueña, tanto llevado por argumentos conocidos, como por su experiencia de interprete: «Las malagueñas, musicalmente consideradas, son cantes que arrancan del fandango más lento, hasta conseguir olvidarse por completo de la bandolá, como fandango. Según mi criterio, la guitarra ha sido el elemento transformador de la malagueña. La malagueña fue una simbiosis del guitarrista y la voz del cantaor dándole la personalidad. Y tal vez por esta razón, las malagueñas no se generalizan sino que su nombre lo toman del intérprete. Todas ellas poseen una nota común: jamás varía el toque de acompañamiento. Tal es así que no podemos saber qué tipo de malagueña vamos a escuchar hasta que el cantaor no ha dado no sólo la salía, sino hasta el primer tercio no se conocen ni se distinguen las malagueñas, puesto que hay algunas que se parecen mucho. La guitarra suena —como quieren llamar los flamencólogos— ad libitum, expresión latina. No estoy de acuerdo con esta terminología. La verdad es que la guitarra suena siempre en aire abandolao, y algunas notas de soleares, que pudiera ser por la influencia del compás de los verdiales: tres por cuatro... La guitarra gana mucho en el toque por malagueñas, debido a la variedad de arpegios, trémolos, etc., dándole una pluralidad musical extraordinaria y maravillosa... La malagueña adquiere su independencia del fandango local porque su toque —su melo musical— se hace cada vez más lento, sostenido, logrando así una extraordinaria riqueza musical». Entre las malagueñas de creación personal, correspondientes a cantaores malagueños, cabe destacar las siguientes: en primer lugar la de El Canario, de gran intensidad y brillantez, que posiblemente influyera en otros creadores; la de Juan El Perote, con muchas reminiscencias de los aires camperos; la de Tabaco, que algunos estudiosos consideran la propia de Álora, localidad donde igualmente se supone tomó carta de naturaleza la malagueña; la de El Cachorro, también de Álora, y como la anterior muy en desuso; la de La Trini, quizá la más sobresaliente entre todas las procedentes de cantaores malagueños, y una de las de mayores dificultades de ejecución; la de El Caribe, una de las más viejas que se conocen; la de El Maestro Ojana, inspiradora de otras; la de La Chirrina, posiblemente perdida; la de La Chilanga, variante de la de La Trini, en opinión de algunos teóricos; la de El Alpargatero de Málaga, intérprete perdido en el tiempo; la de Diego El Perote, también nacido en Álora; la de El Niño de Vélez, influenciada por Chacón, pero con acento personal; y la de Pitana, modalidad fundada en la de La Chirrina, sin olvidar las aportaciones de Baldomero Pacheco y El Pena. En lo concerniente a las malagueñas creadas por cantaores de otras comarcas, existe una aportación sumamente importante, por lo que sería prolijo una enumeración total, pero sí indispensable reseñar las más logradas, originales e influyentes. Empezando por El Marrurro, cuya malagueña se cree que fue similar a la de Enrique El Mellizo, de una solemnidad y musicalidad verdaderamente original. rompiendo en cierto sentido con la tradición del estilo, calificada por el estudioso de este cante José Navarro como «la más grande, la más flamenca y la más bonita de todas las que se conocen». Esta malagueña representó una auténtica evolución y mantiene una vigencia rotunda. Otra de estas malagueñas creadas por gaditanos es la de Fosforito, que ha tenido muchos continuadores; e igualmente las interpretadas por Fernando el de Triana, Niño de la Isla, El Chato de Las Ventas, Gayarrito y Personita. Capítulo aparte en la interpretación de la malagueña merece el jerezano don Antonio Chacón, que en opinión de Ricardo Molina y Antonio Mairena le presta «rango de cante grande». «Decir Chacón en el cante por malagueñas —ha escrito José Blas Vega— es decirlo todo, pues él en este cante fue su revolucionador, su jerarquizador, su mejor intérprete, su divulgador y su creador genial. Como dijo Souvirón fue la encarnación de la teoría del cante por malagueñas... Desde entonces el proceso de la malagueña va unido casi exclusivamente al destino artístico de Chacón, que con sus variantes engrandece, difunde y amplía el campo sonoro de este cante, desligándolo de sus vínculos provincianos. Chacón implantó sus estilos en Málaga como los implantó en toda España.» Sobre el papel de don Antonio Chacón en la evolución de las malagueñas, podrían citarse testimonios de Fernando el de Triana, Gaspar Núñez de Prado, José Luque Navajas, José Navarro, Domingo Manfredi, Alfredo Arrebola, etc., todos ellos reconocedores, en menor o mayor grado, del magisterio de don Antonio Chacón: como muestra de esta común opinión de todos ellos, transcribimos la de Anselmo González Climent: «La malagueña por caso, tomó curso de cante grande en el aliento jerarquizador de don Antonio Chacón..., el poder insuflador y divino de Chacón, en cuya garganta muchos cantes perdieron lastre de enfermedad y ligereza, cobrando acentos de inusitada jondura..., no sólo señaló el signo de grandeza y majestuosidad de la malagueña, sino que después de él, no hubo forma de atacar dicho estilo... Le prestó un giro tamaño de jondura y majestad que hubo que romper la teoría del fandango. Si todavía se discute la posición del fandango en el cante grande, nadie se resiste a incluir en esa categoría a la malagueña». La malagueña tuvo en el café cantante, entre la competencia de sus ejecutantes, una época primera de esplendor, con Chacón, La Trini, Fosforito, El Canario y otros de sus primeros divulgadores; y después, en los tiempos de la llamada ópera flamenca, otra etapa divulgativa, así mismo interesante. En la actualidad goza de una gran vigencia en las voces de un gran número de cantaores entre ellos Fosforito, Antonio de Canillas, Enrique Morente, Jarrito, Manuel Mairena, Luis Caballero, Naranjito de Triana, José Sarroche, Luis de Córdoba, Gabriel Moreno, etc., que sirven de relevo a los ya desaparecidos Manuel Centeno, Bernardo el de los Lobitos, El Pcrotc. Juan de la Loma, Aurelio de Cádiz, El Flecha de Cádiz. La Niña de los Peines, Manolo Caracol, Niño de Cabra, Manolo Vargas. Pericón de Cádiz, Cobitos, etc., todos mantenedores de los estilos personales acuñados por los creadores de antaño, incluso algunos con entonaciones propias.
Escuchar una Malagueña
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