POLO. m. [De origen incierto. Posiblemente tomado de una canción bailable practicada en Andalucía a principios del siglo XVIII.] Cante con letra de cuatro versos octosílabos, que riman el segundo y el cuarto) presenta musicalmente ciertas afinidades con la caña, y, como es poco apropiado para el lucimiento personal, actualmente apenas si es interpretado. Aparece como cante flamenco, viril y emotivo, a principios del siglo XIX y generalmente se acostumbraba a cantar tras la caña o engarzarlo con ella, en versión creada por Curro Durse, lo que parece que representó un acierto artístico. Algunos teóricos atribuyen la invención de este cante a Tóbalo. de Ronda, pero otros niegan rotundamente esta paternidad, formulada porque Estébanez Calderón se refirió al «polo-tobalo», pero sin citar para nada a aquel cantaor, y sin embargo nombra a El Planeta «rey de los polos». La modalidad de polo que actualmente se ejecuta es la llamada polo natural, que se inicia con un prolongado ayeo, que sirve de temple, y se suele rematar con una soleá. La modalidad denominada polo-tobalo ha estado perdida, hasta la versión grabada por Pepe de La Matrona, glosada así por José Blas Vega: «Una forma muy curiosa y sencilla, con sabor distinto y completamente desconocida en la actualidad, de cómo era el polo flamenco de principios del siglo XIX. Constituye un documento de inapreciable valor en la reconstrucción histórica de un pasado que lamentablemente se nos escapa. En esta forma antigua de polo observamos y detallamos: Primero, la interpretación con la voz grave a la forma característica de Tóbalo. Segundo, el texto literario de la copla: "Tú eres el diablo. Romera, / que me vienes a tentar. / No soy el diablo, Romera, / que soy tu mujer natural". Atribuida tradicionalmente a Tóbalo, y que invita a considerar a los romances como antecedentes dignos de tenerse en cuenta para la formación de los cantes, ya que curiosamente nos encontramos la misma cuarteta en el Romance del conde Sol. Tercero, es de indudable interés el macho con que remata el polo: "De La Habana vengo, señores, / de bailar un fandango / entre mulatas y chinas, / que me lo están chancleteando". Macho anterior a la reforma de Curro Durse, ya que a partir de él se popularizó el rematar el polo con una soleá de Triana, que por su entonación y misión nos ha llegado designada como una soleá pola o apolá. Teníamos noticias de la existencia de este macho por otra línea distinta a la de Pepe de La Matrona. El veterano y gran artista Tío Parrilla de Jerez, me dio a conocer esta curiosa letra, diciendo que de niño, en una fiesta de viejos cantaores Jerezanos, se la escuchó cantar al famoso Frijones después de ejecutar el polo». No obstante, como opinaba Ricardo Molina, en su libro escrito en colaboración con Antonio Mairena, «nos encontramos ante un cante fósil, sin fluencia, ni posibilidades evolutivas», de ahí que sean muy pocos los cantaores que lo interpretan en nuestros días, y es muy difícil figurarse por qué cualidades tuvo tanta importancia en el siglo XIX, y antes, ya que la primera cita que se conoce del polo, como cante flamenco, la proporciona, en 1773, José Cadalso en su obra Cartas marruecas. El cantaor e investigador, Alfredo Arrebola, ha valorado así este estilo: «El cante del polo —como cantaor— lo veo viril y majestuoso cien por cien y para el que hace falta excelentes facultades y sentido del compás (tres por cuatro), puesto que tiene la misma línea musical que la soleá. Lo veo más difícil que la misma caña. El polo y la caña se parecen mucho; sin embargo el papel no puede demostrarlo. En la práctica, sí». Como intérpretes destacados del polo se pueden citar a Tóbalo, El Planeta, El Fillo, El Gordo Viejo, Curro Durse, don Antonio Chacón, Paco El Sevillano, Jacinto Almadén, Pepe de La Matrona y Antonio Mairena, y los coetáneos Alfredo Arrebola, Fosforito, José Menese y Jarrito, que son los que han realizado más grabaciones discográficas de este cante, dado que ante el público se interpreta en contadas ocasiones.
Escuchar un Polo
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