SAETA. f. [De origen incierto, posiblemente del lat. sagitta, saeta, en acep. fig.: rezo o plegaria que va dirigida directamente hacia Dios o hacia la Virgen como una flecha.] Cántico popular extendido por toda España, que tenía por objeto incitar a la devoción y a la penitencia y que se practicaba con ocasión de un Vía Crucis o como cántico de Pasión. El Diccionario de la Academia Española, en su cuarta edición, de 1803, definió a la saeta como «cada una de aquellas coplillas sentenciosas y morales que suelen decir los misioneros, y también se suelen decir durante la oración mental». Este concepto aludía a las saetas que cantaban los hermanos del Pecado Mortal y los de la Aurora. De estas saetas sentenciosas o avisos morales se habla por primera vez en un libro impreso en Sevilla, en 1691: Voces del dolor nacidas de la multitud de pecados que se cometen.., dábalas Fr. Antonio de Escaray: «Mis hermanos los reverendos Padres del convento de Nuestro Padre San Francisco todos los meses del año el domingo de cuerda. Por la tarde, hacen misión, bajando la Comunidad a andar al ViaCrucis con sogas y coronas de espinas, y entre paso y paso cantaban saetas». En el siglo XVIII fueron cantadas por los hermanos de la Ronda del Pecado Mortal, que saltan a recorrer las calles para inclinar a los fieles a la piedad y al arrepentimiento. El nacimiento de la saeta popular y la costumbre de cantarla el pueblo para expresar su sentimiento religioso data aproximadamente de 1840. Esta primitiva saeta, hoy casi perdida, conmovía por su entonación grave, pausada y monótona, pobre de estilo y de ejecución, y fue consecuencia de las modificaciones que realizaron, en las más antiguas, determinados intérpretes de cada localidad andaluza, lo que dio lugar al nacimiento de saetas propias y autóctonas, como la cordobesa llamada vieja, la cuartelera de Puente Genil, la samaritana de Castro del Río, etc., entre otras que actualmente tienen vigencia y se interpretan en sus lugares de origen. // 2. Cante con copla de cuatro o cinco versos octosílabos, que tiene su origen en el aflamencamiento, a comienzos del presente si por siguiriyas y por martinetes. Se interpreta por lo general, al paso de las procesiones de Semana Santa y se dirige a las imágenes. Es cante sin acompañamiento, aunque en las grabaciones discográficas suele presentarse con el fondo musical de la marcha religiosa, principalmente el producido por el tambor y las trompetas; a veces se ha grabado también con acompañamiento o fondo de guitarra. El tema de sus coplas es obviamente la Pasión y Muerte de Jesucristo y todas las circunstancias que las rodean. La aparición de la saeta como cante flamenco es posible que devenga de bastantes años antes de su divulgación en los primeros años veinte, sin que se tenga referencia fidedigna de su creador, citándose por algunos teóricos a Enrique El Mellizo como uno de sus primeros intérpretes, junto a otros miembros de su familia. Hipólito Rossy sostenía la teoría de que el creador de la saeta flamenca fue Manuel Centeno, frente a la opinión de otros que la atribuyen a don Antonio Chacón. Igualmente se ha barajado la hipótesis de atribuirla a Manuel Torre, sin olvidar a La Serrana —que grabó en disco— y Medina El Viejo, quienes con los nombrados, La Niña de los Peines y Manuel Vallejo, fueron intérpretes muy significativos del estilo en la época de su primer esplendor, junto a su posible mejor artífice, El Gloria, cuya personalísima interpretación es la que ha sido más seguida por los saeteros posteriores, dada su perfecta estructura flamenca desde el ángulo musical. De la saeta de Centeno deviene la versión moderna, sumamente recargada de ornamentación y alargamientos de tercios, que se impuso en Sevilla a partir de los años veinte, llamada artística y difundida por La Niña de la Alfalfa. Luis Melgar Reina y Ángel Marín Rujula, en su obra Saetas, pregones y romances litúrgicos cordobeses, que constituye el estudio más completo y contrastado que se ha publicado sobre el tema hasta la fecha, y en el que se analizan todas las formas saeteras tradicionales desde las antiguas exhortaciones penitenciales hasta las relacionadas con los hechos sociopolíticos, pasando por las autóctonas cordobesas, desarrollan una muy meditada teoría sobre la saeta flamenca, de la que seleccionamos los siguientes párrafos: «Las saetas aflamencadas nacen en el preciso instante en que el cantaor flamenco siente necesidad de dirigirse públicamente a Dios, cantando la antigua tonada, conocida por saeta vieja, y la reviste, inconscientemente, de perfiles flamencos, de expresiones propias del flamenco. La saeta moderna se hace totalmente flamenca, cuando con el tiempo —no en un momento preciso y exacto-, se fue forjando en el misterio patético de la emotividad flamenca. Y aunque Mairena afirmó que la saeta no fue nunca un cante flamenco, lo cierto es que el Cante (con mayúscula), no puede ni tiene por que ser hermético y cerrado a iniciativas creadoras, pues la realidad demuestra que cuando se sigue una huella de tradición, se consiguen frutos plenos de valores flamencos. No olvidemos que el tradicionalismo ha sido, más de una vez, fuente de inspiración y no agua estancada... La razón de la creación y existencia de la saeta moderna, o flamenca, no tiene unas motivaciones exclusivamente artísticas, como se ha querido ver por algún investigador, sino que atesora una raíz espiritual; es una demostración del sustrato religioso latente en el alma gitana. Y esto es así porque, como dijo Gabriel del Estal: "El flamenco es ya de suyo una oración..." La saeta flamenca no nace por generación espontánea, ni eclosión vertiginosa, no es fruto tampoco de la inspiración de un solo artista creador, sino consecuencia de una lenta transformación... De esa lenta transformación, de ir introduciendo tercios flamencos en la saeta antigua, de ir despojándola de su vieja musicalidad, hasta lograr una forma distinta y nueva, es de donde surge la moderna saeta flamenca». Seguidamente, los citados autores recogen el siguiente comentario de Antonio Mairena: «En principio de siglo llegó a Sevilla una sencilla forma jerezana que se empezó a llamar saeta por siguiriyas, la que una vez dentro de la catedral sevillana se convirtió en un gran cante, con tanta o más dificultad y duende como el mejor cante por siguiriyas y, por los años treinta, el cante por saetas había llegado a ser de máxima altura, de gran desarrollo». Para apostillar a continuación: «Da pues, Antonio Mairena, un dato para descubrir el origen de la saeta por siguiriyas, el estilo más importante dentro del grupo de las flamencas, cuando dijo: "llegó a Sevilla una sencilla forma jerezana". Melodialmente desconocemos cómo era esa forma sencilla, no así las letras de las viejas saetas jerezanas, de las que tenemos muestras: "Como no tenían naita que hacerle / le escupen y le abofetean / y le coronan de espinas, / y la sangre le chorrea / por su carita divina." Se aprecia que el primer verso se alarga, ello, por exigencia del cante, una de las modalidades especiales que se observa en las primitivas saetas de Jerez, cuando aún no estaban configuradas como saetas por siguiriyas. Esta misma saeta, el aposentarse en Sevilla, se convierte en otra de cuatro versos, aunque conservando la anomalía de ser más largo el primero». A continuación, los investigadores enumeran una serie de ejemplos similares y jerezanos y afirman: «Tenemos ya argumentos suficientes, si no para descubrir el autor de las más genuinas de las saetas flamencas, sí para saber su cuna: Jerez. Esta saeta, procedente de esa "sencilla forma jerezana", donde alcanzó su máxima dimensión artística y flamenca fue en Sevilla, por eso no estaba equivocado Aguilar y Tejera cuando escribió: "La saeta, tal como hoy la conocemos, nace en Sevilla y coincide su florecimiento con el de las cofradías sevillanas; cuando gremios e instituciones piadosas comenzaron esa rivalidad, tan fecunda en joyas artísticas, que ha logrado hacer de la Semana Santa de la capital de Andalucía uno de los espectáculos más maravillosos de cuantos es dado al hombre contemplar"». Insertan también la opinión del compositor Joaquín Turma: «El cantaor flamenco al apropiarse la saeta, haciendo de ella una pieza de virtuosismo, le ha dado un brusco cambio de dirección. Nunca como ahora —escribe en 1928— ha sido brillante, ni más en moda la saeta; de regional se ha convertido en nacional... Musicalmente se ha bifurcado; la saeta antigua subsiste, aunque recargada, con profusión de adornos y melismas y además, los profesionales del cante flamenco han inventado una nueva forma de saeta, procedente de la siguiriya, amoldando un poco las fórmulas al sentido, siempre religioso, de las palabras». Actualmente la vigencia de la saeta es patente y además de su práctica al paso de los pasos desde la calle o desde el balcón, en toda la geografía andaluza, son numerosísimos los concursos que se celebran para fomentar el estilo, por lo que su número de especialistas es muy amplio, dándose el caso peculiar de que muchos de sus excelentes intérpretes solamente son saeteros y no ejecutan generalmente otros cantes. El interés por la saeta flamenca ha sobrepasado nuestras fronteras y desde hace varios años, durante la primavera, se celebran en París recitales de ellas, a cargo de saeteros destacados.
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