TANGO. m. (De tang, onomat. de un ruido resonante; o del tañido de tambor o de otro instrumento; o del ruido que produce la percusión de otros instrumentos. También onomat. simbólica del tambaleo. El sentido primitivo de tango tal vez sea el de una danza de la isla de Hierro y, en algunos lugares de América, como reunión de negros para bailar al son de un tambor, y como nombre de este tambor mismo; también se ha sugerido la procedencia del verbo tangir, del lat. tangere, tocar, hacer sonar algún instrumento musical; pero es probable que todos ellos deriven de la onomat. mencionada.] Cante con copla de cuatro, a veces tres, versos octosílabos. Es uno de los estilos básicos del flamenco. Las diversas modalidades que pueden hoy distinguirse, según procedan de Cádiz, Sevilla, Jerez de la Frontera o Málaga, presentan ciertas diferencias, estructurales unas veces e interpretativas otras, pero casi siempre se manifiesta como un cante para bailar, de naturaleza típicamente bajo-andaluza. Cantado para escuchar es un cante sereno y solemne que se presta menos al lucimiento que los tientos, que es una recreación del tango en ritmo más lento. Es muy posible que sea el tango uno de los estilos más antiguos del acervo flamenco. 2. Baile flamenco cuya antigüedad se remonta a los primeros conocimientos que se tienen de este arte. Se interpreta siguiendo su compás con movimientos agraciados, donosos y gesto pícaro y ágiles contorsiones. Su ritmo es marcado y muy pegadizo, admitiendo las posturas y las improvisaciones personales. En su forma más simple, sin adosamientos artísticos propios de profesionales, es fácil de bailar por quien tenga aptitudes para el baile flamenco. «Sobre los orígenes del tango existen un gran número de teorías, debido a que el vocablo se ha venido empleando a lo largo del tiempo para denominar distintos aires cancioneros y ritmos bailables, creándose una gran confusión a la hora de dilucidar diferencias musicales a través de las referencias escritas, llegándose a creer en la prevalencia hispanoamericana sobre todas las demás, sin tener en cuenta, en lo concerniente al tango flamenco, la esencial idiosincrasia bajo-andaluza de su contenido en todos los órdenes; compás, entonación y temática de sus coplas», ha escrito Manuel Ríos Ruiz. Ricardo Molina y Antonio Mairena, en su obra de colaboración, expusieron la siguiente teoría del tango flamenco: «Respecto a la localidad geográfica originaria. las dos principales hipótesis son las que defienden una a Cádiz, otra a Sevilla, como cuna del tango. No falta quien establece alguna relación con el tango americano, punto de vista arbitrario a nuestro juicio. Lo indudable es que el tango, o mejor, los tangos, son cante gitano de tipo básico, como la soleá o la siguiriya. Estimamos a los tangos uno de los cuatro pilares del cante flamenco. Representan la cristalización de toda una tradición festera en una forma bien definida y dominante... Ignoramos la fecha de su aparición. En Triana siempre se cantó por tangos para bailar, y por lejos que remontemos en su historia, la tradición oral gitana confirma su existencia. Análogamente ocurre en Cádiz. Claro está que, en rigor, nuestras más remotas noticias no pasan del final del siglo XIX. Es probable que los antiguos cantes de jaleo y demás coplas para bailar anteriores a 1880 no fueran sino prefiguración de los tangos flamencos que hoy cantamos. Eminentemente bailables, arraigaron en las tierras sabias de compases y de danzas, cual fueron Jerez, Triana, Cádiz y los Puertos. Siguiendo la costa mediterráneo-gaditana alcanzan a Málaga y allí adquieren especial fisonomía también... A diferencia de los de Cádiz y Sevilla, los jerezanos y malagueños se definen más que por la geografía por la inspiración personal... Las diferencias interpretativas son tan acusadas que originan formas nuevas. Si se tiene en cuenta la extraordinaria capacidad de adaptación del tango a la inspiración y modo interpretativo personales, se explicará bien que le ocurra algo parecido a lo que le pasa a las bulerías: su riquísima e incesante evolución». José Blas Vega, que coincide en algunos aspectos con la teoría anteriormente transcrita, aporta en la suya una serie de datos concretos acerca de la antigüedad del tango y otros detalles al respecto: «La palabra tango aparece por primera vez en un curioso manuscrito como sinónimo de fiesta y reunión de bailes: "Hácela muy interesante también lo pintoresco, airoso y lindo del vestido del majo, y la gracia del lenguaje que en semejantes tangos o bailes es característico a estas gentes"». José Blas Vega aporta el título del manuscrito que cita y su fecha: ^Apuntes para la descripción de la ciudad de Cádiz escritos por D. F. de Sisto. Año de 1814. Cap. XIV. "Bailes de Cádiz"». Este dato pone de manifiesto la posible época en la que el tango flamenco comienza a configurarse y dónde. Con relación a la cita de Charles Davillier, comentando su viaje por España en 1862: «No tardó en llegar la vez a las danzas, y una joven gitana de cobriza tez, cabellos crespos y ojos de zabache, como dicen los españoles, bailó el tango americano con extraordinaria gracia. El tango es un baile de negro que tiene un ritmo muy marcado y fuertemente acentuado. Puede decirse otro tanto de la mayor parte de los sones que tienen su origen igual y principalmente en la canción que comienza con estas palabras: "¡Ay, qué gusto y qué placer!", canción que desde hace algunos años es tan popular como el tango...», José Blas Vega puntualiza: «Debemos aclarar por nuestra parte que esa canción que Davillier cita, "¡Ay, qué gusto, qué placer!", no es otra cosa que el tango del mismo título escrito por Barbieri para la zarzuela Relámpago, estrenada años antes»* Tanto la cita de Davillier como la oportuna aclaración que hace sobre ella José Blas Vega, confirman el auge del tango a mediados del siglo XIX. Otro dato que atestigua la existencia y la entidad del tango flamenco en la época señalada, también la revela el mismo estudioso: «Pero a la hora de buscar datos en torno al tango como cante flamenco, la referencia más antigua que hemos encontrado corresponde a la zarzuela andaluza ¡Es la Chachi!, original de Francisco Sánchez del Arco, donde en una escena de cante y baile andaluz, dice uno de los personajes: "por mis tangos de Sevilla"». El libreto de la zarzuela citada, se editó en Cádiz, en 1847, por lo que José Blas Vega afirma: «Y nos consta que ésta es la época en la cual el tango adquiere su autenticidad flamenca, puesto que el Diccionario de la Real Academia Española de 1832 no lo define todavía y sí lo hace el de 1852». La popularidad del tango flamenco incita a los autores de obras de zarzuelas a incorporarlos a sus composiciones, dada la aceptación que obtenían por parte del público. Las interpretaciones por destacadas figuras del cante, dentro de la competencia profesional, fueron fijando en el estilo los valores que actualmente tiene. Si en Cádiz Enrique El Mellizo mantuvo el aire peculiar de los tangos de su lar nativo, conservado después por Aurelio de Cádiz, en Triana igualmente preservaron sus características locales, con las derivaciones propias que lucieron algunos artistas, especialmente La Niña de los Peines, verdadera artífice por este palo, así como las particularidades de El Titi de Triana, seguidas después por otros intérpretes. En Jerez de la Frontera, Frijones puso en el tango su acento personal, cierta lentitud melódica, que se denota en las grabaciones discográficas de El Garrido, por ejemplo, y que han continuado otros cantaores jerezanos posteriores. En cuanto a Málaga, hay que significar que en esta comarca cantaora, el tango forja sus modalidades por intuiciones individuales: La Pirula —seguida en su modo por La Repompa— y El Piyayo, que crearon escuela. Pero ha quedado como figura estelar del estilo La Niña de los Peines, su mayor divulgadora y su mejor especialista, hasta el punto de deber su nombre artístico a una letra de tango que hizo popularísima en sus comienzos: «Peínate tú con mis peines / que mis peines son de azúcar / quien con mis peines se peina / hasta los dedos se chupa». En la actualidad el tango forma parte de los repertorios de la mayoría de los cantaores, siendo costumbre de muchos de ellos iniciar por este estilo sus recitales. Y hay que advertir una nueva modalidad, surgida, o al menos revelada, desde hace algunos años, la que le han prestado al tango los gitanos extremeños, y de la que es su intérprete más acusado Juan Cantero, últimamente muy divulgada en los tablaos madrileños. También cabe reseñar los últimos intentos creativos en torno al tango, realizados por El Camarón de la Isla y Enrique Morente, sin olvidar tendencias anteriores, llamadas tangos canasteros, cultivadas en Granada y algo menos en Jaén. Junto a los intérpretes citados, antiguos y modernos, fueron también excelentes artífices del tango Manuel Torre, Tomás Pavón, Juan Mojama, Manuel Vallejo, El Sevillano, El Borrico, Pepe de La Matrona, Antonio Mairena y La Perla de Cádiz, entre los ya desaparecidos.
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